En este sentido, el problema de la sordera ha de abordarse desde una perspectiva multidisciplinar, integrando a las distintas áreas de intervención posibles y considerando a la familia como parte fundamental del tratamiento.
La acción terapéutica ofrecida, en general, no ha de centrarse exclusivamente en la perdida auditiva. Existen factores claramente determinantes de los logros posteriores, extrínsecos a la persona y a su perdida, que pueden ser tratados desde un principio.